
El buque está fondeado frente al puerto de Alicante, otra vez, esperando su turno de entrada. Hay otros cinco o seis navíos en idéntica situación. Son las once y media de la noche del 24 de junio de 1976. La noche de San Juan. El mar es una plancha negra y silenciosa que refleja el jolgorio de la ciudad. En todos los barrios se lanzan petardos, cohetes, bengalas, y la capital resplandece a cada segundo por alguna de sus zonas. Un foco que ciega y que deja el resto sumido en la oscuridad. Escucho las tracas, me parece distinguir una por el Cabo de las Huertas, ahora en La Florida, el Casco Antiguo, quizá en Colonia Requena… El ruido de la pólvora progresa como un eco de sí mismo, libre de obstáculos, sobre el Mediterráneo plano, que actúa como canalizador de sonidos.