
El proyecto fue obra del arquitecto Joaquín Porqueras. El valle de Pineta era el emplazamiento ideal para un sanatorio de estas características: aire puro, buena insolación y orientación sur, carretera de acceso en construcción, suministro seguro de agua de gran calidad y de electricidad gracias a la central eléctrica de Iberduero… Como se especificaba en las revistas de la época: “El sanatorio está rodeado de extensísimo pinar, y resguardado del viento. El Sanatorio de Pineta se construye y se dota de todos los elementos de lucha antituberculosa, y con arreglo a los últimos adelantos que hemos podido apreciar en los más afamados sanatorios de Suiza”. El proyecto original, siguiendo la tipología de la época de construcción en monobloque y en altura, preveía un edificio central, que debía albergar la recepción, los comedores, consultorios y servicios médicos, y dos alas para albergar las habitaciones de los enfermos recorridas por sendas galerías dotadas de solárium, de las que solo se llegó a construir una. La orientación sur pretendía aprovechar al máximo las horas de insolación y ofrecer a los pacientes las espectaculares vistas sobre los macizos montañosos y los frondosos bosques que cierran el valle de Pineta hacia el sur. Tenía una capacidad para 120 enfermos distribuidos en 64 habitaciones individuales de primera clase y tres salas generales con un total de 56 camas, ya que uno de los objetivos perseguidos al construirlo era el hacerlo accesible a todas las clases sociales.
