
Le explico, pormenorizadamente, cómo encontré sus documentos, cómo los ordené y cómo acometí la redacción de esta reconstrucción, así como las otras que han de sumarse al proyecto. Parece comprender y valorar muy positivamente mi acción literaria. Nada más recibir mi correo, la curiosidad se le despertó de una manera automática, incluso llegó a hacer múltiples conjeturas acerca de quién era yo realmente, cuáles eran mis intenciones y qué significaba todo este extraño asunto. Me confiesa que incluso pensó que yo era un millonario excéntrico que llenaba su tiempo con actividades tan singulares. Todo eran conjeturas sobre qué tipo de documentos habría hallado, por qué en los Encantes, qué uso podría hacer de todo ello. Luego, al saber que era escritor, me imaginó como un hombre mucho más mayor, quizá por la seriedad que se asocia a la literatura, quizá porque los escritores que más suenan son los más mayores, aquellos que llevan más tiempo escribiendo.